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This obra by Jacques Percipied is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 España License.
Zwei Menschen gehn durch kahlen, kalten Hain; der Mond läuft mit, sie schaun hinein. Der Mond läuft über hohe Eichen, kein Wölkchen trübt das Himmelslicht, in das die schwarzen Zacken reichen... (Richard Dehmel)
3 comentarios:
Vaya, vaya, me encuentro con usted desde la conexion y el soporte ofrecido por el señor sam
jejej, tierras de oscuros y liricos pensamientos
muy bien, esto es un momento agradable
jejeje, tremendo
Saludos, terrible Hyperjon, bienvenido a la noche transfigurada. Un placer retomar el contacto.
Entonces me miró. Yo creía que me miraba por primera vez. Pero luego, cuando dio la vuelta por detrás del velador y yo seguía sintiendo sobre el hombro su resbaladiza y oleosa mirada, comprendí que era yo quien la miraba por primera vez. Encendí un cigarrillo. Tragué el humo áspero y fuerte,antes de hacer girar el asiento, equilibrándolo sobre una de las patas posteriores. Después de eso la vi ahí como había estado todas las noches,parada junto al velador , mirándome. Durante breves minutos estuvimos haciendo nada más que eso: mirarnos. Yo, mirándola desde el asiento, haciendo equilibrio en una de sus patas posteriores. Ella de pie, con una mano larga y quieta sobre el velador , mirándome. L e veía los párpados iluminados como todas las noches. Fue entonces cuando recordé lo de siempre, cuando le dije : "Ojos de perro azul". Ella me dijo, sin retirar la mano del velador: "Eso , ya no lo olvidaremos nunca". Salió de la órbita suspirando "Ojos de perro azul. He escrito eso por todas partes. "
La vi caminar hacia el tocador. La vi aparecer en la luna circular del espejo mirándome ahora al final de una ida y vuelta de luz matemática. La vi seguir mirándome con sus grandes ojos de ceniza encendida: mirándome mientras abría la cajita enchapada de nácar rosado. La vi empolvarse la nariz. Cuando acabó de hacerlo , cerró la cajita y volvió a ponerse en pie y camino de nuevo hacia el velador, diciendo: "Temo que alguien sueñe con esta habitación y me revuelva mis cosas"; y tendió sobre la llama la misma mano larga y trémula que había estado calentando antes de sentarse al espejo. Y dijo : " No sientes el frío". Y yo le dije : "A veces".Y ella me dijo "Debes sentirlo ahora". Y entonces comprendí porque no había podido estar solo en el asiento. Era el frío lo que me daba la certeza de mi soledad. "Ahora lo siento-dije-. Y es raro, porque la noche está quieta. Tal vez se me ha rodado la sábana"....
..." “Yo soy la que llega a tus sueños todas las noches y te dice esto: Ojos de perro azul”. Y dijo que iba a los restaurantes y les decía a los mozos, antes de ordenar el pedido: “Ojos de perro azul”. Pero los mozos le hacían una respetuosa reverencia, sin que hubieran recordado nunca haber dicho eso en sus sueños. Después escribía en las servilletas y rayaba con el cuchillo el barniz de las mesas: “Ojos de perro azul”. Y en los cristales empañados de los hoteles, de las estaciones, de todos los edificios públicos, escribía con el índice: “Ojos de perro azul”. Dijo que una vez llegó a una droguería y advirtió el mismo olor que había sentido en su habitación una noche, después de haber soñado conmigo. “Debe estar cerca”, pensó, viendo el embaldosado limpio y nuevo de la droguería. Entonces se acercó al dependiente y le dijo: “Siempre sueño con un hombre que me dice: ‘Ojos de perro azul’ ”. Y dijo que el vendedor le había mirado a los ojos y le dijo: “En realidad, señorita, usted tiene los ojos así”. Y ella le dijo: “Necesito encontrar al hombre que me dijo en sueños eso mismo”. Y el vendedor se echó a reír y se movió hacia el otro lado del mostrador. Ella siguió viendo el embaldosado limpio y sintiendo el olor. Y abrió la cartera y se arrodilló y escribió sobre el embaldosado, a grandes letras rojas, con la barrita de carmín para labios: “Ojos de perro azul”. El vendedor regresó de donde estaba. Le dijo: “Señorita, usted ha manchado el embaldosado”. Le entregó un trapo húmedo, diciendo: “Límpielo”. Y ella dijo, todavía junto al velador, que pasó toda la tarde a gatas, lavando el embaldosado y diciendo “Ojos de perro azul” hasta cuando la gente se congregó en la puerta y dijo que estaba loca. Ahora, cuando acabó de hablar, yo seguía en el rincón, sentado, haciendo equilibrio en la silla. “Yo trato de acordarme todos los días la frase con que debo encontrarte”, dije. “Ahora creo que mañana no lo olvidaré. Sin embargo siempre he dicho lo mismo y siempre he olvidado al despertar cuáles son las palabras con que puedo encontrarte.” Y ella dijo: “Tú mismo las inventaste desde el primer día”. Y yo le dije: “Las inventé porque te vi los ojos de ceniza. Pero nunca las recuerdo a la mañana siguiente”. Y ella, con los puños cerrados junto al velador, respiró hondo: “Si por lo menos pudiera recordar ahora en qué ciudad lo he estado escribiendo".
OJOS DE PERRO AZUL
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