miércoles, 22 de abril de 2009

viernes, 17 de abril de 2009

CHRISTINA ROSENVINGE



Chord.


Cuando era pequeño tenía uno de esos pequeños órganos electrónicos que te mandaban en el colegio para la clase de música. Primero tuve uno pequeñito, un PT-5 o algo así,pero luego tuve otro, un Casio PT-100, mucho mejor que el primero, más grande y con más sonidos. Una de las opciones se llamaba “chord”. Pulsabas las teclas y sonaban unos acordes sintetizados maravillosos. Así que dejaba pulsada una sola tecla diez o quince segundos y escuchaba la ligera distorsión. Lo combinaba con otras teclas y el acorde era mucho más masivo. Muy parecido a lo que suena al principio de Distorting a Code, de Spinnerette.
Recuerdo los videoclips de A-ha y Durán Durán, uno en el que un tio estaba atado al aspa de un molino mientras cantaba, y de forma cíclica el molino sumergía la cabeza del tipo en el agua. El Colgado. La Rueda de la Fortuna, La Torre. Recuerdo la primera vez que fui a un videoclub. Alquilamos “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” y “La Jungla de Cristal”. Recuerdo el primer programa que grabé en televisión, un documental sobre osos polares en Alaska, de National Geographic. Recuerdo que la grabación tenía que empezar a las 15:30 y así lo hizo. Magia.

C:\prince\prince megahit

SHIFT+V= Vida
SHIFT+L=Subir nivel
SHIFT+K=Matar

Confieso que, en cuanto lo descubrí salté hasta el Visir con SHIFT+L, y a la primera que me enseñó la espada hice

SHIFT+K


Magia.
Los fines de semana con mi Spectrum, viendo rayitas al cargar, ese sonido irritante tan parecido al chord del PT-100, cagándome de miedo con el Nosferatu.
LOAD” “ (Intro).
Play.

Magia.

Christina Rosenvinge saliendo de un cuadro de Delville.







viernes, 3 de abril de 2009

sábado, 7 de marzo de 2009

ESCHER

Desde mi techo veo el suelo y me pregunto
desde cuando el mundo está al revés y
por que nadie me ha avisado de que dábamos la
vuelta.

Otra vez volver a empezar, al menos
un comienzo,
ruinas nuevas y caminos viejos
desandar lo andado, desandar lo andado
lo andado para qué
para volver al principio y yo que ya estaba
acostumbrándome a tener el cielo a mis pies
y la ciudad, laberinto de estalactitas
pendiendo sobre mi cabeza...

jueves, 5 de marzo de 2009

martes, 3 de marzo de 2009

ANTEROS

Por qué en mi corazón hay tanta rabia, dices,
y en mi cuello flexible una cabeza indómita;
es porque yo provengo de la raza de Anteo
y hago volver los dardos contra el dios vencedor.

Yo soy de aquéllos, sí, que el Vengador alienta,
él me marcó la frente con su boca irritada,
bajo la palidez de Abel, llena de sangre,
lel rubor implacable de Caín tengo a veces!

Jehovah, aquél que, vencido por tu genio, el postrero,
del fondo del infierno gritaba: “¡Oh tiranía!”
es mi abuelo Belús o mi padre Dagón…

Tres veces me bañaron en las aguas del Cócito,
y, único protector de mi madre Amalécita,
siempre a sus pies los dientes del viejo dragón, siembro.



Gerard de Nerval
Versión de Aníbal Núñez


martes, 24 de febrero de 2009

0.1.


Audio: Tema perteneciente a la banda sonora de "The International", compuesta, entre otros, por Matthew Bellamy.


- No sé leer estos signos…
- ¿Qué?
- No entiendo estos signos.
-¿No sabes que signo es este?
- Es un mástil alargado con un extremo mirando hacia el oeste. Parece una bandera. Hay viento del este.
- Es el número uno.
- ¿En serio? ¿eso es uno?
- Claro. Uno. ¿No conoces los números?
- Conozco los números, pero no estos signos. Pero ahora entiendo. Si este es UNO ese debe ser OTRO.
- ¿Qué?
- Uno, Otro, Algunos…
- No, no. Es el número uno. Una unidad. Son números, ¿lo entiendes?.
- Te entiendo, pero no entiendo esos signos. ¿Cómo va a ser eso el número uno?
- A ver este… - dibujo sobre el papel un número uno romano.
- I…
- ¿Significa eso algo para ti?
- I… debe ser el comienzo de algo.
- Eso es. Es una secuencia, en principio, y se pueden combinar entre sí para obtener cifras más altas. Esto es uno – Dibujo un dos romano – esto es dos, esto es tres… y… - dibujo un cuatro romano - el cuatro es así.
- ¡Ha cambiado! – exclama la pequeña Zebra - ¿por qué cambia?
- Porque es un número diferente. Verás, el cinco es así – dibujo un cinco romano – por lo que el cuatro, que es cinco menos uno, se dibuja de esta forma.
- Que estupidez.
- ¡En absoluto! ¡Es brillante! De este modo corrigen el sistema de añadir barras arcaico, permitiéndoles escribir cifras cada vez más largas?
- ¿Y para que querrían hacer eso?
- ¡Porque el Imperio Romano era enorme! De modo que había que medir las distancias. Las calzadas romanas tenían unas piedras cilíndricas cada cierta distancia donde se indicaba la distancia, los picapedreros tenían que esculpirlas en una superficie no muy grande. Imagínate a distancia desde Roma hasta Marsella en palitos uno tras otro. Necesitaban abreviar, y necesitaban un método lógico que cualquier picapedrero estúpido pudiera entender. Un sistema matemático.
- ¿Te estás inventando eso sobre la marcha?
- Es una teoría. Pero su lógica es fascinante.
- ¿Y dices que este palito significa “UNO”?
- ¿Para los romanos también?
Me paro a pensar. ¿Cómo eran los nombres de los números romanos?
- Bueno, es que es un código universal. Se traduce a los núemeros de cada país. Los números son… números. ¿Pero es que no sabes lo que son los números?
- Claro que sí. Ya me lo has preguntado tres veces.

Esto comienza a ser siniestro. Una idea siniestra. Dibujo Aleph א.


ZEBRA: ¿Qué es eso?
ALDO: Es un uno.
ZEBRA: ¿Un uno qué?
ALDO: Es el uno en alfabeto hebreo.
ZEBRA: No conozco esos símbolos. Los números NO son así.
ALDO: Por favor – respiro, sonrío, es tan dulce, Zebra – querida… ¿podrías dibujar los números?
ZEBRA: Claro que sí (coje el bolígrafo). Pero es una estupidez. (dibuja dos símbolos)
ALDO: ¿Qué es eso?
ZEBRA: Los números.
ALDO: ¿Qué números?
ZEBRA: Este es शून्य, Sunya, y este es एक, Eka.
ALDO: ¿ Sunya?
ZEBRA: Si. शून्य,El vacío. La nada. El comienzo.
ALDO: Y este es…
ZEBRA: एक.El principio.
ALDO: La voluntad.
ZEBRA: El sí que sigue al no.
ALDO: La singularidad.
ZEBRA: Claro. Algo así.
ALDO: ¿Y los demás?
ZEBRA: ¿Qué demás?
ALDO: Dos, tres, cuatro…
ZEBRA: Eso soólo son distintas combinaciones, añades elementos o no, pero en realidad todo se reduce siempre a nada o algo, se combinan entre sí…
ALDO: ¿Es un alfabeto binario?
ZEBRA: Son los PUTOS números.
ALDO: ¿De qué alfabeto? ¿Es sánscrito? ¿ Cómo haces para escribir largas cantidades? Tienes que llenar la hoja de números…
ZEBRA: No lo sé. Nunca he contado muchas cosas.
ALDO: ¿Contar qué?
ZEBRA: Cosas. Contar cosas, nunca he tenido que contar muchas cosas, no sé como lo haria…

Extraído de http://www.apocatastatico.blogspot.com/

viernes, 16 de enero de 2009

Poe



El Cuervo, por Vincent Price.



De Historias Extraordinarias, fragmento dirigido por Fellini.

jueves, 15 de enero de 2009

&

Isidore Ducasse, Conde de Lautréamont (1846-1870) dijo:

Dos pilares que no era difícil, y mucho menos imposible, tomar por baobabs, se distinguían en el valle, con un tamaño superior al de dos alfileres. En efecto, eran dos torres enormes. Y aunque dos baobabs, al primer golpe de vista no se parecen en nada a dos alfileres, ni siquiera a dos torres, se puede afirmar sin temor a equivocarse que, manejando con habilidad los hilos de la prudencia (pues si esta afirmación estuviera acompañada de la menor pizca de incertidumbre, ya no sería una afirmación; aunque un mismo nombre designe a esos dos fenómenos del alma que presentan caracteres demasiado netos para que se los pueda confundir con ligereza) un baobab no difiere tanto de un pilar como para hacer inconcebible la comparación entre esas formas arquitecturales... o geométricas... o una y otra... o ni una ni otra... o más bien formas elevadas y compactas. Acabo de encontrar, no tengo pretensión de sostener lo contrario, los epítetos apropiados para los sustantivos pilar y baobab; y entiéndase bien que no es sin mezcla de alegría y orgullo que lo hago notar a aquellos que, después de haber abierto los ojos, han tomado la loable decisión de recorrer estas páginas, mientras arde la bujía, si es de noche, y mientras brilla el sol, si es de día. Y hay que advertir además que aun cuando una potencia superior nos ordenara, en los términos más claramente precisos, arrojar a los abismos del caos la juiciosa comparación que todos han podido sin duda saborear con impunidad, no debe perderse de vista este axioma primordial, los hábitos adquiridos en el transcurso de los años, los libros, el contacto con sus semejantes y el carácter inherente a cada uno que se desarrolla eb rápido florecimiento, impondrían, en el espíritu humano, el irreparable estigma de la recidivia en el empleo criminal (criminal si nos colocamos momentánea y espontáneamente en el punto de vista de la potencia superior) de una figura retórica que más de uno desprecia pero que muchos ponderan. Si el lector encuentra esta frase demasiado larga, le pido que acepte mis excusas, aunque sin esperar bajezas de mi parte. Puedo tener defectos, pero no los agravaré por cobardía. Mis razonamientos chocan a veces contra los cascabeles de la locura, y la apariencia sería de lo que al fin de cuentas sólo es grotesco (aunque según ciertos filósofos, sea difícil diferenciar al bufón del melancólico, puesto que la vida misma es un drama cómico o una comedia dramática); sin embargo, le está permitido a todo el mundo matar moscas, y hasta rinocerontes, a fin de distraerse, de vez en cuando, de un trabajo demasiado escabroso. Para matar moscas ésta es la manera más expeditiva, aunque no quizá la mejor: se las aplasta entre los dos primeros dedos de la mano. La mayor parte de los autores que han tratado este asunto a fondo, han llegado a la conclusión, muy verosímil, de que es preferible, en muchos casos, cortarles la cabeza. Si alguien me reprocha el hablar de alfileres por ser un tema radicalmente frívolo, que considere, sin prejuicios, que los más grandes efectos los producen, a menudo, las más pequeñas causas. Y para no alejarme demasiado del marco de esta hoja de papel, ¿no se advierte que el laborioso fragmento literario que estoy por componer desde el comienzo de esta estrofa, sería quizá menos gustado si tomara su punto de apoyo en una cuestión espinosa de química o de patología interna? Por lo demás, todos los gustos están en la naturaleza y, cuando al cimeinzo comparé los pilares con los alfileres con tanta exactitud (por supuesto no imaginaba que un día habrían de reprochármelo) me basé en esas leyes de la óptica que establecen que, mientras más alejado esté el rayo visual de un objeto, más pequeña resulta la imagen reflejada en la retina...
Extracto del CANTO CUARTO de LOS CANTOS DE MALDOROR, citado por André Bretón en su ANTOLOGÍA DEL HUMOR NEGRO (Anagrama, 1991)

Jacques Percipied responde:

...desde el otro punto de vista, el del encuadre perfecto, la acción corriendo de derecha a izquierda, o de izquierda a derecha, pero siempre estableciendo, plano a plano, secuencia a secuencia, esa perfección, ese punto de fuga inevitable en un sofá rojo, un viejo retrato familiar o la partitura amarillenta con la que las pequeñas practicaban frente al vetusto pero siempre afinado piano de pared. Y ahí estaba esa señal inequívoca, esos fósiles cuya pervivencia era señal y huella material del paso del (dudoso) tiempo, de los que nos habían precedido. Objetos que aún pertenecían a sus dueños, aunque estos hubieran dejado de existir mucho (dudoso) tiempo antes: la mantilla de la abuela, el cuadro de los abuelos, el sofá de los abuelos...
- ¿Y el piano? ¿por qué el piano no es del abuelo, no es el piano del abuelo?
- El piano...es curioso. La verdad es que nunca supe con seguridad de donde sacó el abuelo ese piano. El abuelo contaba que el piano era parte de la casa antes de que ellos llegaran aquí, me lo solía contar de pequeña, cuando aporreaba las teclas sin compasión el abuelo me solía regañar, insistía en que había que cuidar el piano, contaba una historia... no la recuerdo muy bien, yo no me la creía aunque el la contaba siempre muy serio y todos se reían siempre de él y él se indignaba muchísimo.
- ¿Pero qué recuerdas de la historia del piano? Algo recordarás...
- El abuelo...es una tontería...
- Venga, cuéntalo. ¡Seguro que para el abuelo no era una tontería!
- Bueno, no, el lo contaba siempre muy serio...
...Esto no es un piano de pared, pequeña. Aunque pueda parecerlo. La verdad es que es la pared la que es de piano. Sí, no me mires así. Tu abuelo me contó que cuando todo esto no era más que un descampado el piano ya estaba aquí, de algún modo había brotado del suelo, quizás cayó sobre aquí la semilla de alguna melodía triste que volando desde muy lejos fecundó la tierra que hay bajo nuestros pies. A mi padre le sorprendió mucho encontrar en mitad de estos prados verdes un piano tan profundamente hundido en el suelo, y la humedad del terreno no parecía estropear el material (el sabía mucho de eso, el abuelo era ebanista, ¿sabes?). Preguntó a los lugareños y a todos les parecía, ciertamente, muy extraño, pero siempre había estado ahí, así que en el fondo para ellos era algo normal ¿entiendes? Siempre había estado ahí, antes que ellos, ni el más anciano del lugar podía recordar si en algún momento no había habido piano en el pasto. Así que un día trajo un pico y una pala y comenzó a excavar en torno al piano, buscando las raices, para poder transplantar esa extraordinaria planta y llevársela a tu abuela (tu abuela era jardinera y le encantaban las plantas raras). Pero el piano se hundía tan profundo en la tierra que el abuelo se dió por vencido: aprovechó que ya había cavado tan profundo para fijar en este suelo los cimientos de esta casa. Esta casa, hija mía, se construyó en torno a este piano. Y por eso el piano es un piano, y la pared es una pared de piano; es el piano el que sujeta la pared, y son sus raíces que se hunden hasta el corazón de esta tierra las que sustentan toda esta casa. Y cuando el piano suena desafinado simplemente es que hay que regarlo un poco. La abuela ideó para eso un sistema muy ingenioso que ya te enseñaré algún día. El problema es que ni mi madre ni mi padre sabían música, no sabían tocar el piano y si no tiene sentido tener un piano decorativo en una casa, imagínate construir una casa en torno a un piano que nunca va a ser tocado. Y ese fué el motivo por el que tus tías y yo vinimos al mundo...y visto con perspectiva, el motivo por el que tu estás aquí, mi pequeña...

lunes, 12 de enero de 2009

Herramienta del destino asesino

Desgarrador Maullido se enseñorea de las calles con su fenomenal grito desesperado, el fantasma que me persigue en las noches y que me llama asesino de gatos. Intervenir de manera absurda en el ciclo de la vida con el narcisismo inherente al ser humano consciente, que comete el error de asumirse por encima del instinto. Es la misma historia de Samuel Beckett y el erizo. Camino por la acera, pensando en mis pensamientos (profundos, ahora soy incapaz de recordarlos, seguro que en aquellos momentos me iba la vida y el alma en ello, volvía de su casa a la mía en los días moribundos de nuestra relación) y se atraviesa con total elegancia ese gato atigrado que había nacido en la calle y sobrevivido a la vida cruel de los felinos callejeros hasta ese día en el que el destino fatal se cruza en forma de torpe humano distraído y miedoso. Es de noche, ni un alma en la calle. Se dirige hacia la carretera, paso decidido, firme, calculado. Cometo la estupidez de sentirme en sintonía con ese animal, yo, proyecto de ratón de biblioteca, tan callejero como un Yorkshire con moño, jersey de rombos y lacito rosa. Detecto el leve ronquido de un motor que se acerca a mi espalda (estoy tan orgulloso de mi buen oído que me dejo guiar por él en muchas ocasiones, en estúpidas demostraciones de habilidad que sólo yo saboreo, feliz y confiado de mi sentido arácnido, cuantas veces habré cruzado la calle sin mirar, confiado en mis afinados sebtidos capaces de calcular por la intensidad del rumor la distancia del potencial peligro y su velocidad y trayectoria) y me siento en posición de advertir al gato callejero desde esa absurda posición de superioridad que me otorga mi cerebro racional. No sé comunicarme con los gatos (nunca he destacado por mi empatía animal, demasiado complejas las miradas de los animales para conectar con ellas sin una pizca de temor (incluso con los domésticos, presiento con eminente claridad la veta salvaje, irracional e instintiva que brilla en el fondo de sus pupilas, esa ilusión del control que es madre de todos mis temores) y ellos detectan sin dificultad lo que oculta el fondo de mi alma, ese miedo racional que atenaza mi espíritu inconsciente e irracional), por lo que entono un patético pero universal “Misi, misi, misi”.

El gato me observa sorprendido. Estoy seguro de que ya era perfectamente consciente de mi presencia y que (inocente) me había descartado como amenza, pero mi estúpida interjección sin duda no la había previsto. Los animales siempre deben sentirse sorprendidos y asustados de la incontrolable estupidez humana, de nuestra descorazonadora imprevisibilidad. Y se queda así, mirándome, mientras sus patas siguen avanzando elegantes, ágiles, ya está en medio de la carretera, los faros le iluminan, echa a correr corrigiendo desesperadamente la trayectoria. Sólo escucho un golpe seco, como el pasar de un coche sobre un bache acolchado. Aterrado cierro fuerte los ojos y con una profunda sensación de angustia aprieto el paso, llegando hasta el punto fatídico en el que el desdichado animal se cruzó en mi camino. Giro la cabeza sólo un segundo, un fotograma fugaz, subliminal, su elegante cuerpo aplastado y reventado sobre el asfalto. Miro hacia delante y me apresuro en llegar a casa.


Paso el mal trago con varios cigarros y mi mente voluble enseguida vuela hacia otras cosas. Cuando por fin me voy a la cama y apago la luz lo escucho por primera vez, ese chillido lastimoso, ese llanto de bebé cargado de rabia y fuerza. Otros gatos maúllan todas las noches, pero sólo cuando cae el frío y la niebla, por encima de todos ellos, por encima del ruido de los trenes y el rumor sordo de mis propios pensamientos divagantes, ese gato que imagino negro y espectral acusa a mi estúpido orgullo por encima de todos los demás. Y yo desearía ser una piedra idiota, sin oídos ni recuerdos.


sábado, 27 de diciembre de 2008

Ressonance II

DON'T TRY

Es el tercer round. Tercer round.
Ya me tumbaron aquella vez en Helsinki y luego una vez más en Stuttgart (pronúncialo otra vez. Con dulzura. ). Los dientes, mal. La primera vez que perdí uno me asusté bastante, pero luego pude quitarle importancia. Ahora ni siquiera me doy cuenta. Como los pelos que quedan en la almohada.

Aún conservo el juego de piernas para bailar con el hijoputa del calzón azul. Mis directos no son rápidos y la izquierda anda floja, pero me cubro como una roca y el gancho siempre es letal. Mido a mi rival, controlo sus fuerzas. Le engaño con las mias.

Aún así, hoy me he visto en el espejo y creo que de verdad me hago viejo.

Dong
Dong

Ressonance I

Empieza con un sonido metálico, frecuencias inauditas para el oído humano.
- Tómame de la mano y siente como se extiende la vibración eterna, de unos a otros pasa del suelo a la suela, de sólido a sublime.

Con el alma dormida, soñada azul verdosa, saboreada, con el gusto de una pila alcalina por el polo positivo. Todo es ahora.

Tón
Tón
Tón

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Hic et hoc

Este sitio parece un buen lugar. Parece el lugar. Es un antro, dos viejos borrachos y tres viejas putas. No. No todas son viejas. Hay también dos viejos, sólo uno está borracho. El otro está tomando café. Nadie me mira, ni siquiera el camarero. La música. Nadie me ve.

Si me fuera ahora
nadie sabría que he estado aquí.

Entonces entras tú, distraído, miras las paredes. No miras las paredes: miras el humo que flota. Llevas el ritmo de la música con tus dedos mientras agitas los hielos en el fondo de tu copa. De sólido a líquido. Agito los hielos en el fondo de mi copa, desprenden vapor cuando acerco mi mano. De sólido a gas.

Si me fuera ahora
no sabrías que he estado aquí.

Necesito estar despierta. En el baño, un espejo. Un reflejo que huye. Sólo un poquito, para estar despierta. Dos ojos que brillan. El reflejo me espera. Soy yo la que está huyendo, salgo y te miro. Te detienes en mis ojos, en mi boca. No puedo marcharme.

Si me fuera ahora
sabrías que he estado aquí
y que me he ido.

Y tu no estás aquí

ESTE MOMENTO ES
EL ÚNICO
MOMENTO
____________
____________

Lo demás es sueño,
es duna, polvo
tormenta de arena

Ámame

Te he divisado entre las sombras y los vagos rumores de las gentes que consumen su tiempo apretando el paso, no estamos aquí, no existe el ahora, siempre ha sido así, – brillo resucitado, esencia primera, verbo - he estado en todos los lugares buscando tu tacto en mis entrañas, soñando cómo tu aliento acaricia el espacio vacío de vida que se esconde entre mis pulmones llenos de humo.

Ámame. Deséame. Destrózame.

Pero no

te quedes

a mi lado.



viernes, 12 de diciembre de 2008

Esgrima Bohemia

Foto: El Loco, del tarot de Dave McKean




[...]

Rebuscó en los bolsillos agujereados de su largo chaquetón de paño un encendedor de gasolina con el que reanimó los restos de un cigarrillo de marihuana ennegrecido por el aceitoso humo. Por un momento cruzó por su mente la imagen de sus propios pulmones, teñidos de ese mismo color, impregnados por la misma pátina opaca. Sintió un escalofrío, seguido de una absurda carcajadita, acompañada por una irónica negación con la cabeza, y dio otra larga calada. La lluvia era ligera pero constante. Subió el cuello del abrigo y se refugió en él, como un cuervo arrebujado. La lluvia, sin embargo, tenía la maravillosa cualidad de limpiar el aire de impurezas y las calles de gente. Comenzó a pasear, siguiendo su reflejo en los húmedos adoquines de la acera. Sus pasos le guiaban seguros y decididos a un lugar aún por concretar, pero que sin duda alguna sería el indicado. Inspiró por última vez el humo con regusto a margarita chamuscada y despidió la colilla con un gesto ágil y elegante, siguiéndo su trayectoria con una mirada de nostalgia hasta que finalmente encontró eterno reposo en un sucio charco de alivio. Carraspeó ligeramente, pasó un pañuelo de papel por sus labios resecos, y fijó su vista cansada hacia el frente, apretando el paso. El reloj de la catedral ya había dado el tercer cuarto y no le quedaba tiempo que perder, ya había perdido todo su tiempo tiempo atrás, en una apuesta desdichada.

[...]

“Que va a ser de mi. Que va a ser de mi. Tanto estúpido, cobarde egoísmo. Mi vida ha sido como la de una caja de cartón. El cartón es cartón. Puede contener muchas cosas. A lo largo de los años he llegado a aprender bastantes cosas sobre el cartón. En origen está fabricado con pasta, como el papel, y su consistencia depende de la concentración de la pasta, y de las capas que lo componen. La más importante es la interior, la capa ondulada. Esa es la que le ofrece consistencia. Cuando el cartón cumple con su función le esperan dos posibles destinos: ser destruido, arrojado a la basura, o ser reciclado. Yo he sido recipiente de muchas cosas hermosas, un sólido recipiente con una buena capa ondulada. Cuando me convertí en una caja vacía estuve tirado en la calle, como basura. Pudo haber sido el fin, pero unas almas caritativas me recogieron y arrojaron en el contenedor del reciclaje. Ahora mi alma de cartón reciclado y reblandecido está a penas llena de recuerdos difusos.”

[...]

Un elegante compás que sólo él escuchaba parecía determinar el ritmo de sus pasos, los pasos de un vals no demasiado antiguo, cuyo eco aún resonaba en sus adormecidos oídos. El duelo era al alba, y no acostumbraba a madrugar, por lo que había decidido hacer tiempo durante la noche bebiendo de taberna en taberna. El resultado fué algo peor de lo esperado: si sobrevivía al duelo de esa mañana tendría otro dentro de dos días tras un lamentable malentendido con un señor de buena familia y la furcia a la que manoseaba. Tuvo otros altercados de menor importancia con señoritas de mayor alcurnia que se habían saldado, afortunadamente, con un par de golpes bien encajados en la mandíbula y su largo abrigo empapado. Así que tenía frío, y sueño, y hambre, pero aún sabía a donde tenía que dirigirse, nadie reprocharía nada a su honor a pesar de su mejorable aspecto. Las botas desgastadas pero con su suela intacta, los pantalones demasiado arrastrados por el suelo, la camisa manchada de vino, el pañuelo en torno a su cuello manchado de carmín, la barba descuidada y el cabello largo y revuelto, su piel pálida y macilenta decorada por la huella de nudillos ajenos, el sombrero inclinado hacia un lado e impregnado de barro. Esta era la guisa del contendiente cuando llegó al verde y fantasmagórico parque, hora crucial. No había conservado a ninguno de los padrinos que había reclutado entre copas y jarras durante la larga vela de armas. ¿ - ¿Las armas del señor? – preguntó un pajarraco de mal agüero. A lo lejos el joven Conde de Algo realizaba estiramientos, espadín en mano, cortando un viento que no le había hecho nada. No parecía haber lugar para muchas esperanzas excepto por las negras nubes que anunciaban otra tormenta.
- Tengo mi espada justo aquí – logró decir con voz ronca, mientras desprendía la vaina de caoba de su bastón de estoque, preciada reliquia familiar desde que él mismo lo sustrajera de joven al primogénito de alguna distinguida familia. Estiró brevemente los codos hacia atrás con un sonoro chasquido de articulaciones enmohecidas, enderezó el estoque hacia el joven y respondió al marcial saludo de este cerrando los ojos.
Cuando los volvió a abrir la niebla hacía desaparecido de sus pupilas, ahora brillantes como el acero. Dirigiendo la vista hacia el cielo tomó aire.

- ¡Mira aquí, Marte! - Mil gotas de lluvia repicando contra el suelo respondieron a su voz temblorosa e imponente. Lo que sucedió después fué algo parecido a esto:

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Es diciembre otra vez. Siempre es diciembre otra vez. He vuelto a perder los verbos.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

.10.


Hay que comenzar de nuevo (esto puede suceder más de una vez) para que ciertas cosas cobren algún sentido. Yo tenía una cita contigo el domingo a las once, ya sabes que no aparecí a la hora. Lo que harías tú en el tiempo en que me esperabas no lo se, ni a donde fuiste luego, y no tuve tiempo de pensar en eso en los días siguientes, ya sabes, lo de mi perrito y todo lo demás. Tal vez Julian tenía razón, tal vez cualquier otra persona hubiera vuelto al parque a buscar a su perrito, pero yo tenía, no se como decirlo, tenía una sensación, un sentimiento de repulsa a volver al parque, buscar a mi perrito, no encontrarlo. Que el guarda me recordara y me detuviera por agresión y por abandonar un animal en el parque, no se como llamarlo, tenía, tengo, no se, tal vez sea sólo miedo. Quizás sea sólo eso.

Tal vez Julian también tenía razón en otra cosa: debería trabajar y no abandonar mi plan bajo ningún concepto. Necesitaba escribir el siguiente artículo. Claro que para situaciones así, momentos de bloqueo o desgana, tengo guardadas historias que en algún momento he decidido no utilizar, o bien pistas que he decidido no seguir y que pueden dar nueva luz a una historia vieja. A la redacción de la revista llegan a menudo cartas y correos electrónicos (más lo primero que lo segundo, a mis lectores les asusta la falta de privacidad en Internet) donde me hacen partícipe de locas teorías sobre algunos de los temas de los que he hablado, o incluso aportan nuevas pruebas, ideas para futuras investigaciones. Como he dicho la mayor parte de mis seguidores son unos estúpidos ignorantes o están locos, o una mezcla de ambas cosas y sus ideas son de los más sugerentes

Si rescataba alguna historia vieja iba a tener la excusa perfecta para no salir de casa hasta el jueves. Así que precisamente por eso escogí seguir una pista nueva, volvería a las calles, buscaría una nueva historia. Y a mi perrito.


Extraído de http://www.apocatastatico.blogspot.com/


Y también hay momentos como este. Cuando sin querer (o eso quieres creer) echas la vista hacia el pasado y te preguntas ¿de verdad ese era yo? ¿quiés es ese tío?- Miras al presente. La sensación de irrealidad no desaparece. Lo sorprendente, al fin, es que el tiempo no se detuvo. Y ahora estás en algún momento de tu devenir errabundo, con la sensación de que no deberías estar ahí. Que esta no es tu vida...



sábado, 18 de octubre de 2008

APOCATÁSTASIS

Lo contrario al apocalipisis, os presento este sencillo blog que acaba de iniciar mi buen amigo Goyo Graco, donde atenderemos a un diario de realidades paralelas de la mano de su alter-ego, Aldo Graco, un personaje peculiar. Se trata de un proyecto de novela blog (o algo así). Un servidor colabora también. Espero que lo visiteis y os guste.

http://apocatastatico.blogspot.com

jueves, 16 de octubre de 2008

La fibra sensible


Sólo eran las noches. Durante el día una extraña ensoñación lo teñía todo, la realidad se escapaba en destellos fugaces a penas captados por el rabillo del ojo, palabras pronunciadas con una voz que no era la mía, besos entregados con otros labios que no debían saber como los mios. Ni siquiera había espacio para el rechazo, para la tristeza: era una vida feliz, un vacío feliz decorado con pinceladas de tortura. A veces ese fino tejido se contraía o se estiraba demasiado, a veces podía intuír las arrugas y los desgarrones en mi alma. La mayor parte del tiempo lo pasaba con ganas de encerrarme sólo, a oscuras. Pero necesitaba el calor humano. Y además estaba ella, mi carcelera.

[...]

Cuando el Sol se ocultaba tenía que volver rápido a mi refugio, y ahí, en ese momento, cuando los ruidos de la calle y el humo que flotaba pesadamente eran mi única compañía despertaba a mi otra vida, la vida de la persecución temerosa, furibunda, la vida que desgastaba tratando de cazar una sombra agazapada en mi adormecida mente, y entonces, junto a la angustia y el dolor sentía también esa vibración en el pecho, al respirar, el latido de la vida, el gozo último de quien se sabe encerrado dentro de si mismo, cautivo en una trampa tendida por su propio instinto de supervivencia incontrolado. El pulso entre esa vida consciente y la otra anestesiada (aunque no sabría decir cual se corresponde con cual) terminaba con el sueño, que lejos de ser reparador la mayor parte de las veces dejaba en el aire de la mañana siguiente una interrogación aún más profunda. La sábana impregnada de sudor se adhiere a mi piel. Me levanto del colchón lleno de muelles sueltos y con paso resignado camino por las calles al amanecer de otro día de condena autoimpuesta, de la tortura de la puerta abierta que sólo viene a demostrar que aún confío en mi propia cobardía como mejor medida de seguridad para evitar una huída.