lunes, 11 de febrero de 2008

Capuccino relleno de atún y huevo

"No sonreímos por quién es el que mejor baila: nos asombra, nos fascina. Sonreímos por quien baila con gracia, con ternura...aunque no sepa bailar."

T. Comtes

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Luz.

No existe sombra sin luz. La sombra somos nosotros, raptando esos rayos de Sol, o su reflejo en la Luna, arrebatándoselos a su puntual destino, interrumpiendo con nuestro libre albedrío los ciclos estáticos de lo no humano. Y nuestro don es fluir. Seres luminosos por reflejar el resplandor de la estrella bién situada que nos fecundó; somos igual estrellas combustiendo a muy bajo rendimiento. Nuestro don es estallar, hacer estallar nuestro cosmos, millones de estrellas convergiendo, alejándose, sin más patrón que la espiral que es todo desde el momento en que dos refulgen y convergen. Somos dos estrellas que se persiguen y que jamás deben encontrarse, que viajan paralelas o se alejan y entrecruzan. La luz es una extensión de nosotros mismos. La luz está viva. Y el suelo es una extensión de nosotros, cuando nos permite entrar en contacto con la tierra, y el aire es una extensión de nosotros mismos, cuando nos traee de lejos ecos de rumores, voces, cantos, risas y el aroma replicante.
Persígueme siempre y no te encuentres jamás conmigo. Yo jugaré a que te persigo, y evitaré rozarte. Así seremos siempre espiral, y luz, destello, y sombra.

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