miércoles, 6 de febrero de 2008

Concilio Nocturno





Más allá de la Noche
sólo está esto:
Que las palabras
nazcan,
que las palabras
dancen,
que juntas sean
nuevo cielo,
nuevo viento,
y el Mundo sea
nuestro
fuera de este
mundo.



Piensa, por ejemplo, que con mucho menos que un gramo de grafito o de tinta que provenga de tí yo siembro un árbol de ramas negras y retorcidas, de corteza salomónica que se envuelve en si misma, y elevándose hasta recibir el calor de una estrella perdida, acariciando el cielo y respirando poco más que breves pensamientos, acumula en su torsión toda la energía necesaria para que, como un resorte, haga girar un planeta detenido, muerto, negro blanco rojo...
Si pruebas sus frutos serás sabio y loco. Si tocas sus hojas mil rumores acudirán a tu mente susrrando mil secretos que aún no han de ser revelados.

Mueves tus dedos conjurando cinco o seis versos, tres o cuatro líneas, y encierras para siempre un pedazo de eternidad en un prisma perfecto, y con ese fragmento yo puedo invocar eternidades nuevas, y tú - sólo tú - puedes venir a mi, destruír ese Universo nonato y de sus fragmentos dispersos hacer brotar una flor de cristal, un torrente de acero, la suave brisa de una noche de verano...


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