Se ha ido.
Debería estar triste y sentirme desamparado, pero para mi hace ya mucho que te fuiste. Tiempo hace ya que desistí de intentar hacerte ver que no quería vivir según tus reglas. Era o eso o nada. Y no tuve el valor de tirarme el farol de elegir la nada.
Te has ido.
Debería lamentarme por tu partida, como tantos, o alegrarme por tu felicidad, como algunos. En realidad, protector, sólo deseo que esta vez el castillo de naipes eche raíces bien hondas y no se desmorone sobre tu cabeza y no me vuelva a ver tratando inútilmente de ayudarte a recomponer los pedazos de los sueños que tuviste. Que el sueño sea real ahora para ti, ese es mi deseo y en ello confío la voluntad y la palabra.
Te has ido, no me sorprende. Te has ido ya tantas veces que ya hace tiempo que no se donde encontrarte y cuando te apareces frente a mí sigo buscando porque sigo sin encontrar el espacio que me dejaste, hasta que por fin doy con la verdad: que soy yo el que, ahogado, ha desaparecido.
Te has ido, volverás, y cuando regreses se que me alegraré y me entristeceré de nuevo. De nuevo me dirás "compañero".
Y ya cansado de todo aquello, ahora que ya somos más viejos y sinceros te diré "Me hacías falta. Y me hacías falta antes de marcharte. He decidido que, siendo así, lo más justo es que deje de ser tu compañero. No puede ser de otro modo, y sólo hay una salida: que confíes en mí por una vez más que en tí, y al fin podamos ser, de nuevo, socios..."
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