sábado, 1 de diciembre de 2007

Seis años

Seis años después en el mismo sitio, en el mismo lugar, en la misma ciudad. Seis años después en la misma fecha. Piénsalo, la semana tiene siete días. El mismo día de hace seis años también era sábado. Eso es lo único bueno de recordar fechas. Por supuesto, nada tiene nada que ver. Yo soy otro. Y tu ya eras otra en aquel momento. Es irónico, por otro lado, que lo que podría significar cerrar un círculo sea sin embargo trazar un rombo. Ya sabes, en mi viaje a la reencarnación tiene que acompañarme siempre un poco de condenación. Mucho más que un poco, en realidad.

Ya he hablado de eso, por lo que no continuaré con el tema.

Era una noche negra como pocas, tan negra que a penas podía distinguir el pálido brillo de las verdosas estrellas. Hacía tiempo que bailaba en torno a una pira funeraria, pero esa noche fué la de la consumación. No habría otra parecida. En mi memoria - ya sabes como funcionan estas cosas- la falta de imágenes se suple con recuerdos a la luz del amanecer, de espaldas a mi, la suave curva de tus hombros encogidos. Una línea recta desciende desde el cuello y se detiene en un punto, de pronto se curva hacia arriba, hacia abajo, y desciende por tus brazos pudorosos. Recortada contra el amanecer te recuerdo esa noche negra. Había algo de prohibido, siempre lo hubo, y había algo de falso en todo aquello. Una tarde llevabas una blusa gris de finas rayas oscuras y mientras clamabas a los cielos o a donde clamen quienes no creen en castigos y recompensas (yo me he creado mi propia mitología) sólo podía pensar en lo bien que te quedaba la blusa gris de finas rayas oscuras, y como podría quedar mejor: en el suelo, a dos metros de tí.

Por la mañana pronto vino el sol y no recuerdo tu rostro, pero recuerdo tu albornoz, recuerdo tus pestañas entrecruzándose a escasos centímetros de mí la mañana de nuestro primer pecado, mientras Rachmaninnov hacía temblar las lámparas con su concierto número dos. Recuerdo que cogí un autobús, tenía que bajar para volver a subir y durante todo el camino solo pensaba en las vibraciones del motor (me había sentado al fondo). Cuando llegué al trabajo escribí en el ordenador lo que había ocurrido para asegurarme de que era real. Borré hace tiempo ese archivo. Lo borré esa misma mañana.

Cuando deambulaba por la ciudad dando tumbos y pensando en la salvación fácil de una botella - más acogedora que el frío filo de un puñal, y mucho más placentera - me detenía en las esquinas y deseaba que me encontraras así. Y cuando veía viejas películas de terror por las noche deseaba que estas fueran lo suficientemente buenas para servir de justificación a mis gritos.

Y ahora, seis años después, este momento anterior a la celebración es el único que quiero dedicar a aquellos otros. Como te digo, para cerrar el círculo debería visitar aquel santuario oculto entre la niebla yo sólo. Pero me acompaña otro círculo abierto , mas abierto, más grande, que consumirá de seguro toda la energía que puedo dedicar a la geometría vital.

En el fondo es, para qué engañarse, una especie de deferencia hacia ese chaval de hace seis años que sólo soñaba tu cintura envuelta en sus espirales de humo.
Y mientras, tanto tiempo después, las tormentas de aquel día en la memoria solo son sucios aguaceros de lluvia ácida y pútrida que no trascienden más allá de sus propios charcos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre me hagustado tu manera de escribir. no he leido todo pero me pasare de vez en cuando. En el fondo siempre vago a la sombra de Pucela aunque no se me vea. Algo de mi se quedo atrapado alli. Recuerdos y sabores de libertad e independencia, risas y pesadillas,nada extraño. Solo el aprendizaje de una vida.

MGS dijo...

Curioso todo...