sábado, 29 de diciembre de 2007
Gnóstico
lunes, 24 de diciembre de 2007
...y ¿a qué huele?
Nueva entrada de pollos (Chanson d'Eau)
Writting
In some poetical way, i’ve no words when i try to write in a different lenguage. If i have to think in english (for example, is for me the easiest form), i can think but i not find the words. So in conclussion, lenguage is not necessary to think. But is so fucking necessary for write.
Cuanto de Navidad
Siempre le habían dado miedo las alturas. No por verlo todo muy lejano, o pequeño, sino por el más simple miedo a caerse. Y ahora estaba ahí, arriba, viendo todo muy muy pequeñito y haciendo un cálculo aproximado de la distancia que le separaba hasta el suelo, la velocidad a la que caería y la aceleración. La gravedad es la fuerza de atracción mutua que generan dos cuerpos con masa. Sin duda, su cuerpo tenía masa cuerpo tenía masa (quizás un exceso de masa), e indudablemente
La fuerza de atracción mutua entre doe caería y la aceleración. La gravedad es la fuerza de atracción mutua que generan dos cuerpos con masa. Sin duda, sus objetos con masa es directamente proporcional al producto de las masas de cada uno, e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa. Eso le hizo sentirse aliviado. Tal vez, la distancia que le separaba de
La aceleración era otro cantar. La aceleración de la gravedad (g), es decir, la aceleración que el campo gravitatorio imprime sobre un cuerpo bajo su influencia, es de 9.8 m/ s, en la superficie de
En la teoría cuántica, la gravedad aparece como fuerza fundamental que liga a todas las partículas con masa con otras a través de otra partícula, un bosón transmisor del campo gravitatorio denominado gravitón. Comenzaba a entrar en el campo de la fé, donde cosas como los bosones existen y saludan con una simpática reverencia al viajero, una sonriente y amable partícula de espín entero (0,1,2...). Esta propiedad (el poseer espín entero) confiere a los bosones unas características especiales. Se comportan de acuerdo a la estadística de Bose - Einstein e incumplen el principio de exclusión de Pauli. Son bosones los fotones y los nucleidos con un número par de nucleones, como las partículas alfa.
Por un momento deseó que los bosones que le envolvían incumplieran con algún principio mas que la mera exclusión de Pauli, que en esto momentos no le resultaba para nada útil. Pauli, Pauli, ¿quién demonios era Pauli? Newton. Romper con los principios de Newton, eso si que tendría mérito. Por un momento le dio la impresión de escuchar miles de diminutas carcajadas bosónicas.
Una conclusión, a fin de cuentas: si estamos cayéndonos de forma constante, y lo único que nos salvaba del inevitable trompazo era la firme tierra bajo nuestros pies, el único problema de la caída sería la ausencia de suelo, hasta que se llegara al punto en que el verdadero conflicto lo produjera, precisamente, la presencia de suelo en demasía. Las cosas de la vida. Todo puede ser siempre una ventaja, hasta que se convierte en un problema o como dirían los químicos "si no eres parte de la solución , eres parte del precipitado"
Eternamente cayendo, eternamente cayendo... la expectativa tampoco era mucho más atractiva. Bien, quizás estamparse contra el pavimento no estaría tan mal. Pensar en caer eternamente le estaba empezando a causar mareos, y por lo menos sería una caída con un principio y un final, como todo lo que en este mundo es y debe ser.
Bien, ya estaba listo. Estaba preparado. Estaba mentalizado. Pronto se iba a convertir en una constante, se iba a convertir en una prueba más de la fiabilidad de la ciencia, infalibilidad que se basaba en experiencias empíricas y demostrables, como la que él iba a vivir. No existen en la vida de un ser humano, provisto de libre albedrío y azotado por un océano de incertidumbres, muchas certezas carentes de miles de variables, por lo que iba a experimentar algo que le está negado al común de los mortales. Allá iba. Con decisión.
¡Espera, espera, espera un momento! ¿Y después, qué? Espera ¿Como iba a tomar una decisión tan importante sin medir las posibles consecuencias? Sin duda la experiencia sería nueva, pero, ¿cual sería su utilidad? ¿El mero disfrute fútil y fugaz? Eso carecía de toda lógica. Caer era una certeza, pero el resultado de tal hecho era completamente incierto, más allá de un simple "haber caído". Sin duda habría caído, pero ¿moriría, se rompería algo, los bosones que mantenían ligadas sus piezas dejarían escapar alguna parte vital de su frágil estructura ósea, su propio, personal e intransferible campo gravitatorio sería ignorado por alguna de las partículas que se encontraban hasta cierto punto felizmente ligadas a él?
¡Oh, la sombra de la duda, que provoca que grandes empresas tuerzan su rumbo para nunca volver a merecer el nombre de la acción...!
Decidió, pues, no caer.
Cerró los ojos y con firmeza renovada, y profunda convicción, deslizó su pié hacia abajo hasta encontrar el siguiente escalón.
Tras lograr su propósito con aparente facilidad, hizo lo propio con el siguiente pie. Repitió este gesto en cinco ocasiones, hasta que sintió el suelo bajo sus pies. Por un momento dudó que este fuera capaz de soportar toda esa fuerza que su masa producía, ese impulso hacia la rotunda bajidad. Sin embargo, se mostró estable e imperturbable.
Poco a poco se alejó de la escalera, sintiéndose en cierto modo culpable por haberse negado la oportunidad única de convertirse en una muestra cayente del incuestionable poder de la ciencia.
Cerró con reverencial respeto la temible escalera de aluminio y la guardó un en un rincón.
Bien, nunca se sabe. Tendría una nueva oportunidad el día en que hubiera que descolgar el espumillón y las bolas de cristal que decoraban el frondoso árbol de fiable plástico, cuya ojival copa se extendía por los etéreos espacios del salón, perdiéndose en las altas cumbres de la escayola del techo. Allí, solitaria y desafiante, una estrella cubierta de purpurina, estratégicamente iluminada con una pequeña bombillita azul, servía de faro para evitar que miles de partículas flotantes impactaran sin remedio contra ese cuerpo extraño en la habitualmente vacía sala, que no aparecía en ningún mapa, plano o carta de navegación celeste.
Se sentó en su silla, encendió el monitor del ordenador y, cuando estuvo seguro de que nadie le miraba, respiró aliviado.
Después felicitó
Fleiz Navidad a todos.
Y entonces bebemos y fingimos sonrisas y bebemos mas y ya no fingimos. Y hace frío, y necesitamos calor, una lágrima se desliza desde las doce en punto hasta las seis y media porque hace frío, una copa se vacía tras otra porque hace frío, las luces multicolor resplandecen distantes porque hace frío.
Pero los años giran y rotan en torno al fuego. E incluso más allá.
jueves, 20 de diciembre de 2007
Sueñolencia
de mi café
mengua la luna
caliente
y dulce.
Perdido entre la bruma
de los sueños
bebo despacio y
en mi estómago ingrávido
flotan los días pasados.
Ascender
a todos los desiertos
del mundo,
recorrer
las más altas cumbres.
Y todas las cosas son
las últimas cosas
y todos los momentos
son los últimos momentos.
Te espero
letra a letra
te espero
noche a noche
te espero
y no te encuentro
bocanada de brisa
que se pierde
prendida del viento.
lunes, 17 de diciembre de 2007
Tanto más que mejor
Todos celebraban juntos el dia de su amistad, ese día de Sol bajo el cielo y agua en los aspersores y césped verde y mal cortado, junto al peligroso borde de tu piscina. Y entre los aromas de la excitante juventud y las risas ahogadas en cloro tu te escondías de la sombra y como dormida yacías respirando (¡respirando, que bendición!) y me intuías cerca y tal vez eso te incomodara, pero no tenías ni idea (no tenías ni idea) de las melodías que rondaban entonces por mi cabeza. Siempre al rescate, siempre a la orden, y nunca he sabido no pedir cuentas, aunque sólo fueran dos más dos. Espero que seas feliz, espero no sufrir más en la distancia por tu sufrimiento (es un hermoso anhelo); pero igualmente estaré atento y silencioso esperando acudir al país de Las Últimas Cosas para salvarte aunque sea de ti misma si considero que eso es lo que necesitas, lo necesites o no (esa es otra de mis maldiciones: aunque no sea hasta mucho después que te des cuenta de que te salvé); a pesar de que a cualquier sitio al que te conduzca siempre ha de ser más gris que del que te salve (esa es mi maldición). Pero lo haré y lo sabes, no puedo evitarlo, estaba escrito en esa partitura que volando pasó entonces desapercibida entre el aire infectado de serrín y verano...
Polvo
rastreando gotas
de niebla
infectas mis sueños.
Prueba con una explosión de sonidos azules metalizados - Si te parece, puedes envolverlo en unos tonos ocres - , que huela un poquito a barniz, y la luz blanca, muy blanca, concentrada enfocando a un sólo punto, un escenario vacío con el parquet viejo levantándose gris aquí y allá y cientos de motitas de polvo cayendo en espiral y ascendiendo en torno al espacio iluminado. Entonces ha de surgir, no cabe duda. Y mira al techo, una araña de cristal refleja destellos pero ya no se encenderá y lo sabe, pende del cielo inerte. El terciopelo de los asientos aún es agradable al tacto y un distante rumor de agua indica que está subiendo la marea en las cloacas. Todo está demasiado solo y demasiado quieto como para que yo me vaya a buscarte, ¿y por qué iba a hacerlo aunque quisiera?.Estoy en el lugar perfecto para echarte de menos.
Y se hace el silencio.
Y todo estalla en mil pedazos.
WeltschmerZ
-Tú, tú, tú sabes... tú sabes lo que estás haciendo ¿verdad?
Y prosigue. La cercanía del mañana nos invita a pasear por el borde del precipicio (sí, el precipicio, el abismo, la eterna caída) y si los ojos se nos van hacia el fondo nos encontramos con que ya estamos cayendo y no hay lugar al que asirse, solo la estúpida voluntad de caer más despacio. Así que de pronto ya es hoy otra vez, cosa que no dejará jamás de soprenderme, y seguimos cayendo noche tras noche, paso tras paso. No es una cuestión de vértigo, puede resumirse más bien en torno a las curvas de tus piernas y de tus hombros (son la clave, ¿sabes?). Habrá quien piense que esto no es mas que un mar de lágrimas, deleitarse en la tristeza (que error amigos, no hay sentimiento más bello y verdadero, mas lleno de absolutamente nada). Probad vosotros a desgarraros las muñecas contra las paredes forradas de falso granito, y aún no habréis sentido ni una infinitésima parte del dolor del mundo...
domingo, 16 de diciembre de 2007
Sopa de peces
- 1.422 trillones de litros de agua
- 50.000 billones de toneladas de sal
- Peces al gusto, preferiblemente algunos cientos de billones de kilos.
- Moluscos, Crustáceos, también en gran cantidad.
- Algas y corales en abundancia.
lunes, 10 de diciembre de 2007
La mañana transfigurada
Cuando abrí el ojo izquierdo el reloj marcaba las 5:30; cuando abrí el ojo derecho ya eran las 8:00. Así que había dormido dos horas y media, de modo que me levanté de mi cama estremecido por una tristeza prosaica, la del frío en los pies y la nostalgia de mi cama, tan cercana, tan prohibida la calidez de sus mantas - te dije que me dormiría más tarde que tú - y la sensación del desayuno era de angustia, un angustioso desayuno de leche con cereales y un buchito de coca cola para quitarme el reseco del tabaco nocturno y maldita la hora porque el ardor de estómago ya me estuvo acompañando todo el día. Traté de reencontrarme con la realidad con mis quince minutos de sofá matutino pero el bueno de Vicente Vallés me parecía un Bela Lugosi inquietante y no encontré la paz tampoco en ese momento habitaulmente tan grato. Cuando me encaminaba arastrando los pies por el pasillo de vuelta a mi cuarto para coger las llaves y mi bolso escuché unos arañazos en la puerta de casa; me asomé a la mirilla y divisé a los alborotadores, estaban encerando el suelo y la máquina hacía ruido y los enceradores gritaban mucho. Abrí la puerta, sorteé un trozo de papel de embalar que habían colocado muy profesionalmente al pie de la puerta para no rozar la madera (con ningún éxito) llegué al ascensor y mientras los escuchaba gritar mi mente semidormida trazó una teoría: para los trabajos ruidosos se suele contratar a personas que gritan mucho o que tienen un tono de voz alto y desagradable. Pensadlo: enceradores, albañiles, trabajadores agrícolas (en el campo no hay tanto ruido pero hay que comunicarse a grandes distancias). En los bares también hay ruido y se grita mucho; tal vez mi teoría tuviera poca base.
Saliendo a la calle lo primero que me sorprendió fué un frío intenso acompañado de un sol de justicia, altamente contraindicado para una persona destemplada y con fotofobia autoinducida por la falta de sueño. Una señora con chándal rosa avanzaba con paso decidido precedida por un perro espantoso, diminuto, azorrado (no se si existe la expresión), chato y feo, con el pelo cardado dándole forma de pompón gigante (a su pequeña escala) y el tren trasero descolocado de modo que andaba en diagonal (pobre esperpento de la naturaleza, sin duda fruto de siniestros experimentos científicos de empresas de suavizantes y diagonales). Sería este el primero de una serie de perros matutinos. Crucé la calle que llevo años cruzando a la altura de la plaza de Luis Braille, por fin han terminado la obra de la acera y sin embargo la atravesé tan suicida como cuando no la había y estuve a punto de ser arrollado por una furgoneta blanca: sería la primera de una serie de furgonetas blancas con malas intenciones.
Avanzando por la calle Renedo me sorprendió ver cola a la puerta del veterinario, colas más bien, porque tres perros enfermos con cara triste esperaban a su médico. Uno de ellos, un pastor alemán, llevaba uno de esos aparatos en el cuello con forma de megáfono que yo me pregunto si servirán para ayudar a los perros que ladran bajito; al menos en este caso actuaba como amplificador de unos alaridos perrunos que taladraban mi cráneo. Me percaté de que el portal de mi abuela estaba abierto y estuve tentado de entrar; para mi sorpresa observé que estaban encerándolo unos señores ruidosos, y en mi cabeza aturdida rondaba la absurda idea de si sería hoy Santa Cera o el Día del Pulimiento, que asocié a algún poso sedimentario de la cultura neolítica, poso que volví a plantearme ante la presencia furibunda de una anciana cubierta de pieles y de otra mujer de edad venerable con una estola atada de tan mala manera que parecía haber cogido propiamente al perro pompón antes mencionado y directamente habérselo enroscado en el cuello. Llegué hasta la calle de Colón, donde tuve la prudencia de mirar hacia la izquierda y de este modo evité que me llevaran por delante dos condenadas furgonetas blancas que aceleraban en paralelo como si estuvieran atravesando el túnel de Montecarlo, y proseguí tomando un desvío para pasar por la librería Alejandría. Recé por que estuviera cerrada, ya que de no ser así seguramente iba a acabar comprándome uno de los muchos libros que ahora no debo leer porque tengo que leer muchos otros. Mis ruegos fueron escuchados, de modo que continué mi camino adentrádome en la semipeatonal calle de Juan Mambrilla. Dos estudiantes de derecho me adelantaron y por su conversación deduje que eran idiotas y pensé en fin, carne fresca para Legalitas, y a continuación me situé a la espalda de dos señoras mayores (que no llevaban pieles de animal a la vista) y no pude dejar de escucharlas dialogar - Pues yo ahora me tengo que tomar tres pastillas por las mañanas. - ¿Por la tensión? - Si, la tengo alta - ¿Y por que la tienes alta? - Tomo tres pastillas todas las mañanas - ¿Pero por qué tienes la tensión alta? - Las mandó el médico - ¿Pero por qué tienes alta la tensión? - No lo se, siempre la he tenido así - ¿Y entonces por que te mandan ahora las pastillas? - Porque tengo la tensión alta.
Estaba en la plaza de los Oligastros (no la busquéis en el callejero, sólo yo la llamo así. Tiene que llamarse de algún modo) y girando a la derecha tomé la famosa calle de Los Moros, donde una vez participé en una épica batalla (no, no fue contra una croqueta). Me detuve para hacer fotos a una esquina pintoresca, un pequeño microcosomos compuesto por tejado, ventana, generadores de aire acondicionado, gato callejero trepando y paloma aleteando en un espacio tan pequeño que me apenó no poder quedarme a estudiarlo toda una mañana. San Martín (lo que le llega a todo su cerdo, como decíamos ayer), calle
El caos circulatorio en la confluencia de las calles Imperial y San Quirce suele ser fenomenal, y una ancianita lo evitaba emulando a Chita, caminando con endebles piececillos por encima del bordillo y asiéndose a la valla protectora de la curva por el lado de la carretera, primero con una mano, luego con la otra (como si no hubiera acera, mujer de Dios) y yo me planteaba, pasando junto a una gran tienda de chinos, que toda esa basura que vendían debía fabricarse en algún sitio, que había esforzados currantes en algún lugar recóndito que se dedicaban a fabricar esos jarrones espantosos y esas cabezas de dragón de plástico radiactivo, profunda disquisición interrumpida por una súbita lluvia de pelusas que procedían indudablemente de la alfombra que estaba sacudiendo alguna guarra individua (no lo comprobé y puede que mi comentario parezca sexista, pero díganme ustedes cuando han visto a un tío sacudir una alfombra que no fuera de del coche), ¿donde está la policía en esos casos? ¡Cuanta fuerza represora mal enfocada, eso si que es un delito contra la sanidad pública y no lo que yo fume para mi mismo y mis pulmones doloridos y mi cabeza flotante! Tragando el humo de los coches me consumió la cólera pensando cuanta hipocresía nos envuelve con total naturalidad.
Por fin
Dejo de escuchar tan interesante duelo dialéctico porque a mi derecha una pareja gaymente amorosa comienza a discutir acaloradamente sobre a quien le toca pagar el café - Me toca a mi - No, me toca a mi - y fantaseo pensando en que el calvito coge una botella de cerveza, y la rompe contra la cara del camarero para luego amenazar con el filo cortante a su concubino. Amenazar es un verbo de la primera conjugación. Como Aznar. Yo azno, tú aznas, él azna... Hora de marcharse, pago a disgusto el carísimo 1'20 que cuesta un café (absurdo cuando el desayuno completo es 1'50), observo con curiosidad a los milicos de la oficina de reclutamiento que el Ejército de Tierra ha colocado en la ya comentada calle San Quirce (han puesto a un chico y a una chica rubia. El chico era moreno, creo. Los dos con uniforme de campaña y toda la pesca. Ella llevaba coleta) y por fin llego de nuevo a Cadenas de San Gregorio.
Un hombre canoso toca el acordeón con un deje porteño.
A mi derecha un perro de considerable tamaño reposa emulando a un león de la sabana.
A mi izquierda un hombrecillo pasea a un inquieto foxterrier
y yo en medio,
y las palomas vuelan
y el foxterrier se fija en el leonino chucho,
y las cigüeñas claquéan
"Hola, mi nombre es Chimo el Foxterrier, tu mataste a mi padre, prepárate para morir"
y yo presiento que está a punto de desatarse un infierno.
Pero no hay infierno, sólamente frío y granito. El perro leonado descansa a la puerta de la oficina de empleo cansado ya de luchar. Paso junto a la plaza de Relatores y recuerdo distante la cálida y sensual promesa de unos ojos verdes. Un tiovivo gira vacío mientras la gitana feriante contempla el polvo en suspensión y un pasteloso bolero desentona con el ruido sordo del inminiente invierno. Un cachorro de pinscher miniatura tiembla dentro de una caja de metacrilato. Debe tener días, y todo lo que ve es la Avenida Real de Burgos, con sus tres carriles y lo que eso conlleva, con los peatones desfilando ante él, golpeando el cristal para saludarlo. No agita la cola. Tiembla.
- Es como mi perro - me dice una mujer desdentada a la que no conozco de nada y que se ha parado delante del mismo escaparate - novecientos euros cuesta, nada menos.
En ese momento decido que lo que yo necesito es comprarme un jersey.
Y luego pasa la tarde, habiendo perdido su amor.
Y escribo esto.
Esas montañas estúpidas
El amante de las flores
entre los pavorreales que se pavonean
encontré una flor
tan grande como mi cabeza
y cuando me estiré
para olerla
perdí el lóbulo de la oreja
parte de la nariz
un ojo
y la mitad de la cajetilla
de cigarrillos
regresé
al siguiente día
con la intención de cortar
aquella maldita cosa
pero la encontré
tan hermosa
que en cambio
maté un
pavorreal.
Henry Charles Bukowsky
Viajan rápido en esta época, se encaminan hacia tierras más cálidas.
Huyen de las frías nubes de invierno que las pisan los talones.
Y ahora a pensar en el vuelo de las mariposas. Es tembloroso e inseguro, no fueron hechos para volar los gusanos. Había unas viejas murallas en blanco y negro y un fantasma sentado a los pies de mi cama, cambiando canales de forma automática. Estoy tan cansado, tenía mucho que contarte y tu no has venido... había algo en las montañas ¿sabes? El otro día, junto a las murallas. Y faltaba algo, también, faltabas tú de alguna manera de modo que las nubes parecían tan solas sin tí, parecían echarte de menos en forma de nubes. Yo sé donde nacen las nubes, algún día te lo contaré pero ahora mismo no puedo hacerlo porque he firmado tres cláusulas de confidencialidad y sólo me tranquiliza el polvo en mis ojos y el vuelo de un halcón, y las plumas de una paloma estallando en el aire con un suspiro de susto.
Se extendía frente a mis ojos una pradera llana y verdadera salpicada aquí y allá por árboles ornamentales y pequeños grupos de casas, y cuando el verde se tornaba azul se iba convirtiendo en masa de roca coronada de nieve nueva y en sus laderas, en sus azules laderas yo también oía como reían, yo también veía como todo el río eran las lágrimas de los peces. De pronto cruza frente a mi una ruidosa fiesta de jinetes con cintas rojas y no hay manera de que callen sus flautas para que me dejen escuchar la música del polvo y la duna. Ahí está de nuevo
el halcón
cerniéndose sobre vosotros, despreocupados transeuntes. Me deleitaré una vez más viéndolo cazar, rompiendo el aire con su violín de acero y ascendiendo en brazos del viento del sur. Tengo que enseñarte esto cuando estés aquí, aunque entonces seguro que no sabré donde encontrarlo pero al menos verás el agua brotar de entre los helechos en un secreto recoveco, y todas mis ruinas tristes; pero esas montañas tal como ese día me observaron se merecen una lección, merezco mi revancha y prometo que en menos de dos meses volveré a encararme a ellas todo un día y las devolveré sus carcajadas en forma de conjuros que cambien el curso de las corrientes y entonces podrás, seguramente, escuchar mi voz bajando por el valle y no darás crédito a tus oídos. Entonces tendrán que inclinarse hacia mí y ya no me costará subir cuesta arriba. Esas eminencias malparidas hijas del corrimiento…*
*La orogénesis es la formación o rejuvenecimiento de montañas y cordilleras que se produce por la deformación compresiva de regiones más o menos extensas de litosfera continental. Los materiales sufren diversas deformaciones tectónicas de carácter compresivo, incluido plegamiento, fallamiento y también el corrimiento de mantos..
jueves, 6 de diciembre de 2007
Niebla
Mira a Louie. Se acerca al triste Jacques, al grisáceo Jacques, y le dice “Hola, Jack. He venido a buscarte, baila conmigo”. Y la música de las polillas y los murciélagos y el lento fluir del Sena, y los distantes ecos de los coches pasajeros, de los camiones de la basura, de los vagabundos y los borrachos sacudiendo sus pies plomizos contra el suelo de granito se convierten en orquesta y todo ese París, nuestro París, interpreta un vals triste y giramos a su son. Ella es, claro, más alta y brillante que él, pero mi esfuerzo trata de compensar al menos el cuadro para que no resulte ridículo y le calzo unas botas camperas con un tacón de casi cinco centímetros. Y cuando se encamina la mejor parte una risa nerviosa entrecruza, tal vez no pueden sostener sus miradas sin deslumbrarse de ese modo y es extraño pero es demasiado hermoso para no serlo. Yo, espectador casual, enciendo un cigarrillo que intercambié a un tirado el lunes pasado en la estación de autobuses de Madrid: el me pidió un euro para llamar por teléfono, y yo lo troqué por un cigarro que no fumé al considerar después que me había salido demasiado caro como para malgastarlo.
Hay un momento indeterminado en el que todas las luces se cruzan y señalan a una misma dirección y entonces se escucha el rumor del público que sospecha que está a punto de levantarse el telón de un modo u otro.
Jacques y Louie se sientan exhaustos en un banco de piedra, observan el reflejo cambiante de la Luna, los miro y secretamente envidio que sean dúctiles y maleables y yo no sepa aún domar los vientos para atarlos a mi espalda y que me conduzcan cerca de ti y aún así te deseo en silencio a mi lado, distante o más cerca quizás, quizás tras mi espejo, quizás tumbada a mi lado leyendo mis labios; y odio a mi alma por no ser sólo poesía, por no poder vivir vagando entre encabalgamientos y metáforas y otros tropos de nombre exótico y acercarme de este modo a ti en este estado sublimado, transfigurado, trascendente, sin que sea necesario que nuestros cuerpos se acerquen un milímetro más y por otro lado cuando la parte dramática del vals arranca con su aceleratto y su cescendo necesito girar alrededor de algún epicentro sintiendo veraz el tacto de tus manos y estrellar un vaso contra la pared y ser temible y admirable siervo de tu presencia arrullante.
Ululan los colores del arco iris de la noche, siempre ha de ser de noche excepto cuando saques las flores a la ventana,
ya sabes,
al balcón de Montmatre desde donde me ves pintando palabras rotas y uniéndolas mediante humo. Y espero entonces a que nadie mire, subo a un taburete del café (los mimbres deshilachados a penas se sostienen unos a otros) y grito y canto desafinado para que me oigas y bajes y todos acudan de nuevo y adivinen quién es el poeta cuyos versos tienen mejor destino. Entonces saben bien lo que va a suceder acto seguido: la ciudad se vuelve orquesta y giramos y el mundo se detiene en ese punto porque existen fuerzas que escapan a la razón e incluso al sueño de la.
Pero no son mas que marionetas, se baja el telón y sólo aplauden los que se han dormido antes del princpio, pues Los Despiertos conocen la terrible verdad: su tragedia es ser de madera y trapo, de barniz, y el titiritero se aleja con sus sueños metidos en una maleta vieja.
Y entonces resulta que se encuentra contigo.
lunes, 3 de diciembre de 2007
The Test
Sus pies dejaban una huella clara en el suelo que parecía tornarse arena marina cuando pisaba sobre las teselas del mosaico. El agua se filtraba entre los diminutos granos y formaba pequeños estanques de agua salada de la talla treinta y ocho. Por efecto de la eutrofización en ellos se generaban verdes cinobactérias que producían óxigeno para alimentar la cadena de la vida: florifacción (W) , floriscencia (F), frutigénesis (nah). Una joven mujer de cabellos dorados paseaba por la arena. A su paso brotaban flores de blanco azahar.
El camino que la conducía hacia delante no terminaba nunca. Los árboles se alzaban ya hacia la arbolescencia y pronto serían bosque, su sombra frondosa alumbraba los raíles. A los pies de sus raíces los papamoscas se dejaban caer siniestros, y las musas extendían sus verdes hojas y exhibian frutos amarillos que hacían las veces de pequeños soles constelados. En torno a cada uno orbitaban diminutos sistemas planetarios de diversa población, pero por influencia conspicua de rámeras inuesas todos acababan siendo devorados por las rotundifolias dróseras. Las drosófilas salian huyendo tan deprisa que un ejército de lucifersas se batía en su interior convirtiéndolas en luciérnagas. Una joven mujer de cabellos dorados caminaba en un bosque, el Universo giraba a su ritmo.
La bioluminiscencia es un fenómeno relativamente frecuente en bastantes especies marinas; las últimas estimaciones consideran que hasta un 90 % de los seres vivos que habitan en la porción media y abisal de los mares podrían ser capaces de producir luz de un modo u otro. En hábitats terrestres la bioluminiscencia no es tan común.
Cabellos dorados, joven mujer, resplandor.
Yo recogía los frutos, golpeaba y horadaba la tierra, excavaba y me llenaba de barro. El sudor danzaba con la arena en mi rostro trazando ocres barrotes de prisión y absorbiendo el aire en mi y en el mundo. Una joven mujer de cabellos dorados caminaba.
Levanté la vista, observando cómo se alejaba hasta que solo un aroma suave quedó como rastro. Acariciándolo se estremeció y tocó por fin su espalda. Se gira hacia mi, una joven mujer de cabellos dorados, su piel es tan blanca que absorbe la luz de las estrellas y sus ojos me bañan en azules nubes de cielo albino. Se recortan sus labios como pliegue carnoso y dulce de nieve batida. Ráfagas de viento portan su voz cristalina y los cortes en mis brazos y mejillas me bañan en sangre agria. Sustancias volátiles son liberadas y estimulan los receptores olfativos de mi nariz. Te acercas.
Una joven mujer de dorados cabellos. Una voz te llama a tu espalda, frente a mi. Tu gesto se transforma en sonrisa y las dilatadas pupilas escondidas tras los párpados entrecerrados se llenan de noche liviana. Te giras, te marchas, el andén se mustia y muere. Parpadea una polilla en los focos fluorescentes del techo. Hiede a humedad rancia y a óxido, la gente corre arrastrando pesadas maletas, charlan y el eco de sus voces se mezcla con las de los megáfonos que recorren los pasillos. Sobre el terrazo se pelean los chicles para emigrar adheridos a la suela de un zapato. La condensación en la bóveda produce una fina y poco densa lluvia. Senescencia vegetal: se debe a un proceso llamado apoptosis o Muerte celular, conocido también como suicidio celular por deberse a una serie de señales internas con las que la celula se induce a la Muerte de una forma limpia, sin desencadenar un proceso de necrosis o reaccion inflamatoria.
Este proceso también aparece en humanos (desaparicion de la cola de renacuajo para convertirse en rana).
Se va y yo busco bajo la herrumbre el nombre de la estación que ahora es cripta y viaje. El término “olor” se refiere a una mezcla compleja de gases, vapores, y polvo, donde la composición de la mezcla influye directamente en el aroma percibido por un mismo receptor.
Lejos balaban las cabras, entrechocaban sus cabezas.
sábado, 1 de diciembre de 2007
Seis años
Por la mañana pronto vino el sol y no recuerdo tu rostro, pero recuerdo tu albornoz, recuerdo tus pestañas entrecruzándose a escasos centímetros de mí la mañana de nuestro primer pecado, mientras Rachmaninnov hacía temblar las lámparas con su concierto número dos. Recuerdo que cogí un autobús, tenía que bajar para volver a subir y durante todo el camino solo pensaba en las vibraciones del motor (me había sentado al fondo). Cuando llegué al trabajo escribí en el ordenador lo que había ocurrido para asegurarme de que era real. Borré hace tiempo ese archivo. Lo borré esa misma mañana.
Cuando deambulaba por la ciudad dando tumbos y pensando en la salvación fácil de una botella - más acogedora que el frío filo de un puñal, y mucho más placentera - me detenía en las esquinas y deseaba que me encontraras así. Y cuando veía viejas películas de terror por las noche deseaba que estas fueran lo suficientemente buenas para servir de justificación a mis gritos.
Y ahora, seis años después, este momento anterior a la celebración es el único que quiero dedicar a aquellos otros. Como te digo, para cerrar el círculo debería visitar aquel santuario oculto entre la niebla yo sólo. Pero me acompaña otro círculo abierto , mas abierto, más grande, que consumirá de seguro toda la energía que puedo dedicar a la geometría vital.
En el fondo es, para qué engañarse, una especie de deferencia hacia ese chaval de hace seis años que sólo soñaba tu cintura envuelta en sus espirales de humo.
Y mientras, tanto tiempo después, las tormentas de aquel día en la memoria solo son sucios aguaceros de lluvia ácida y pútrida que no trascienden más allá de sus propios charcos.
This obra by Jacques Percipied is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 España License.