lunes, 26 de noviembre de 2007

Fútil

Hay cosas por las que merece la pena llorar. Otras no. Si te ayuda, si te libera, bien, entonces llora. Si te emocionas, si se te cierra un nudo en el pecho y lo necesitas, llora. Pero no llores por no poder complacer a esos cabrones.

Cuando la gente trata a otros individuos como basura, como números y piezas del Tetris a las que podemos mover aquí y allá, darles la vuelta a ver donde me encajan, y si no encajan ya me cargaré esa línea y lloverán más piezas... Entonces me hierve la sangre. Entiéndanme ustedes, para mi ellos no son los demiurgos que con mano etérea controlan el rumbo de mi vida: yo los veo como otras piezas del Tetris que se creen más importantes porque se extienden a lo largo de más líneas, ignorantes de que ellos mismos desaparecerán cuando se completen todos los huequitos. Enfundados en su trajes y extrangulados por sus corbatas, con su aroma pastoso a Gucci o Armani, intentando cubrir las incipientes entradas con peinados inverosímiles. Compréndanme, no tengo nada en contra de quienes llevan traje y disimulan su edad, todos lo hacemos, todos podemos ponernos un traje. Sólo que algunos comprendemos en que situaciones resulta acertado y en que situaciones resulta ridículo. Jugando a ser ejecutivos a sus años, caballeros... se que debe ser muy triste que sus sueños se hayan visto reducidos a eso, que tengan que gastar más de la mitad de su salario en mostrar una apariencia de digna prosperidad para poder levantarse de la cama cada día. Y porque es triste lo respeto.

Pero respeten ustedes a aquellos que aún están lejos de sus cotas de amargura, a aquellos que ponen ilusión por un trabajo bien hecho, aunque el trabajo sea absurdo, aunque la única gratificación que ofrezca este sea, precisamente, la dignidad de desempeñarlo con ilusión, con seriedad.

Quién sabe, quizás ustedes, seres grises y tristes, estén haciéndonos un favor con su patético ejemplo: si esto sirve para que un ser luminoso no siga sus pasos, aleluya.

Al menos yo saco en limpio de todo esto un número de teléfono, un mensaje sincero, y unos ojos verdes que han refulgido como nunca, una mirada envuelta en lágrimas que me acompañará esta noche en mis sueños mas castos.

Y todo lo demás es fútil.

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