miércoles, 7 de noviembre de 2007

"Los adoquines de la calle relucían
con el lustre de la lluvia
que mañana sería barro levantado
por las ruedas traqueteantes de los carruajes.

Los adoquines de la calle relucían
con el lustre de la sangre
que mañana no sería ya ni mancha,
ni recuerdo."

J. Percipied


LEYENDAS NEGRAS: DIZZIE GILLESPIE



Exhausto, Dizzie deja la trompeta a un lado y se retira del escenario. Yo voy nuevamente la caza del autógrafo, que mas da que no vaya a poder conservarlo cuando salga del Club, lamentaría no haberlo hecho.
- El precio por una firma es una copa de Luna con dos hielos y dos gotas de fuego.
Le pido a Alabama el combinado y con una sonrisa me presenta el vaso
-
Su Sax on the Bitch, Mr. Gracus.
-
¿Sax on the bitch? ¿es broma, o estás mascando chicle?
Parpadea como solo pueden hacerlo las libélulas de labios carnosos y me doy cuenta de que no es broma. Con un giro de 212 grados farenheit se aleja de mi dejando en el aire el aroma de la palabra “ignorante” y vuelvo con Dizzie.
- Aquí tiene, su Sax on the Bitch señor Gillespie
-
Gracias, joven, - aún suda música - gracias.
Cuando termina de darle el primer trago, me atrevo a preguntarle.
-
¿Es un cóctel típico de la gente del jazz?
-
Oh, - Gillespie chasca la lengua- no muchos se atreven con esto. Lo inventó Sean “Torch” Williams.
-
Nunca lo había oído mencionar. Al tal Torch, me refiero
-
Oh, amigo, ese tipo si que sabía tocar el saxo. Yo diría, y muchos estarían conmigo, que estaba por encima de Bird. Si me invitas a otro cuando acabe este, te contaré su historia
- Eso está hecho, señor. Hábleme de él.
Dizzie apura la copa de un par de tragos (¿quién decía que no bebía?), se acomoda en una silla y observa el segundo cóctel. Con la mirada perdida y voz pronfunda y temblorosa comienza a hablar.

“Torch tocaba con Roach y Mingus en Nueva York cuando la cosa por ahí empezaba a estar caliente. Al principio lo llamaban Snow porque aunque de padre y madre negros él era albino, no me refiero a un blanquito como tú, era tan negro como yo, pero sin pigmentación en la piel. Tenía el pelo y la piel tan blancas como la ceniza desde que nació, y los ojos como verdaderas ascuas, como pozos del infierno. Solía acompañar a los buenos, sin que le dejaran destacar mucho, pero el tío podía hacer mucho más.

“Entonces un dia estaba tocando Parker y llenándolo todo de cuervos y todos estabamos maravillados de lo que estaba haciendo. Cuando terminó la historia Snow se acercó a él, no se que le dijo, pero le quitó del centro del escenario y tocó un riff increíble. Charlie lo dobló. Comenzaron a competir, o a conversar, y cada vez eran riffs mas largos y complicados. Entonces Charlie hizo algo que no se podía superar, y yo que era el único sobrio de la sala me di cuenta de que todos los demás volaban, revoloteaban y buscaban sitio para anidar. Coño, nunca había oído algo igual. Yo miraba a Snow y le decía “chico, ha sido grande pero ahora debes aceptar lo evidente”. Pero el tío comenzó ha hacer cosas nuevas ¿sabes? Sonidos que nunca habíamos oído. Y de pronto todo a su alrededor empezó a arder ¿sabes como te digo? Te hablo de llamas de verdad, tío, fuego ardiente comenzó a subir por las cortinas, por el suelo, por el techo, y la gente comenzó a aterrizar y a darse cuenta de que ellos eran un todo con sus sillas y si estas ardían iban a ser jodidas teas en un par de minutos. Así que la gente empezó a chillar y a correr, unos fuera, otros a apagar el fuego, estaban todos borrachos, no se daban cuenta de lo que había que hacer. Pero Bird si, tio, Bird miraba al albino que seguía tocando y quemándolo todo, y el puto oxígeno burbujeaba, tío, así que hizo lo que había que hacer y le soltó un derechazo en toda la mandíbula, y a Torch se le escaparon todos los dientes y sólo Charlie y yo lo vimos con todo el jaleo, pero te juro que escupió fuego.

“Así que nos llevamos de ahí al pobre hombre, mientras los demás apagaban el fuego y Charlie le dijo “lo siento, pero no podía hacer otra cosa” “No pasa nada” bufa entre encías Torch. Y por eso lo empezaron a llamar así. Tardó mucho en poder volver a tocar, porque le habían destrozado la boca. Cuando se recuperó trató de buscar bolos por aquí y por allá, y lo que había querido conseguir compitiendo con Charlie Parker lo había logrado, ya era famoso. Pero corrían por ahí rumores de que él había quemado el club y de que era un tarado peligroso, y su aspecto no ayudaba, daba mucha grima, en serio. Así que ahora todos sabían quién era, pero nadie le quería, ni aquí, ni allá, y los muchachos de la banda estaban acojonados, y Torch se comenzó a poner de mala leche de verdad. Una noche en la puerta del Milton’s Playhouse, donde estaba toda la flor y nata, el tio se presenta antes de que abran las puertas, con toda la gente fuera, y empieza a tocar, lo mas acojonante que he escuchado nunca; se nos saltaban las lágrimas y todos pensábamos “pobre Torch, que genio, que diablo”. Pero entonces volvió a pasar lo mismo, la cosa fue subiendo de temperatura y al rato estaban ardiendo todos los coches y esa mierda de alfombra roja que les dio por poner cuando el club dejó de ser un sito familiar para ser el lugar más turístico de Harlem y todo el mundo corría en desbandada. Esa fue la última actuación pública de Torch, que se sepa.

“Yo intenté ayudarle, le busqué un par de garitos pero nadie lo quería, ni bajo la promesa de tocar suave. Le dejé pasta alguna vez, pero el tío se enganchó a toda la mierda que circulaba por ahí, decía que así podía controlarse, pero la verdad es que yo nunca le volví a ver tocar. Le largaron de la pensión, y también de las casas de los pocos amigos que le quedaban; cada vez andaba peor de la azotea, eso estaba claro, y algunos nos sentíamos culpables. Porque todos sabíamos que era injusto, que seguramente no había ni habría nunca mejor saxo que el de Torch Williams. Pero el tio no tenía control, y eso fué lo que le llevó a la ruina.

“Me enteré por un par de fulanas de que vivía en una azotea abandonada en Queens y que por las noches se podía oír la lejana melodía quebrada e incluso divisar algún fogonazo a traves de las ventanas rotas. La última vez que le ví fué en el club, no recuerdo cual, había tantos… Williams parecía un fantasma de si mismo, que ya era decir; había cambiado el blanco por un amarillento hueso, estaba tan delgado que su rostro parecía una máscara, y todo cubierto por cicatrices de quemaduras. Entró, fue a la barra y pidió una copa pero el camarero no le quiso servir. Así que se fue a una esquina y se quedó como una estatua, con el viejo saxo lleno de hollín en la mano. Algunos pensaron que el loco de Torch iba a desatar un infierno. Entonces llamó con un silbido a una de las fulanas que pasaba y le dio su saxo “a cambio de algo bueno para beber”. La furcia fue a la barra y habló con el camarero que en el fondo no era mal tipo: le preparó este brebaje que ves aquí. La furcia se quedó con el saxo y ya ves de donde le viene el nombre a la bebida, no se a quien se le ocurrió pero no le dio muchas vueltas. Creo que fue a mi.

“Torch apuró la copa y se marchó con las manos vacías. Pensábamos que cualquier mañana lo encontraría la pasma en un callejón o algo así. Pero Sean Torch Williams no iba a morir como un yonki cualquiera, no. Una noche estábamos viendo a Charlie en Birdland. Parker no andaba ya muy bien, también estaba enganchado a toda la basura y ya no conseguía sonar igual que antes, aunque seguía siendo Bird. Aún así le habían dado un toque los de la discográfica, porque tenía que cumplir su contrato; Pero Charlie Parker no sabía que podía ofrecer ya. Entonces Eddie Hughes, al que llamaban Maître, su camello, le comentó no se hablando de qué, que no hacía mucho había tenido que echar a Torch de su felpudo, llorando por otra dosis. Charlie entonces pensó y durante días lo buscó, movió a todo el mundo para encontrarlo, porque hacía mucho que nadie sabía ya de él y todos lo dábamos por muerto. Al parecer Charlie lo econtró, habló con él y le regaló un nuevo saxo y algo con lo que pasar un rato sin dolor. Le ofreció grabar con él y Torch se derrumbó.

“El día antes de la grabación se puso a ensayar en una nave abandonada que le hacía de casa en esos tiempos. Tras años volvían a brotar las notas de su boca. Mucha gente dice que lo escuchó, que pasaba por ahí o que conoce a alguien que escuchó la última melodía de Torch Williams. No creo que sea cierto. Pero lo que si es cierto es que esa noche se desató un incendio terrible en el muelle, y que cuando los bomberos terminaron de apagarlo, al día siguiente, encontraron un saxo fundido a la mano de un cadáver calcinado…”


Goyo Graco, en WeltschmerZ V

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