jueves, 22 de noviembre de 2007

Huellas

Foto: Silueta bastante perfecta, impresa en el suelo por efecto de la lluvia, de lo que debió ser una hoja de Platanus x hispánica. No confundir con el arce. Aunque también se llama "plátano" al Acer pseudoplátanus, o las plantas del género Musa, donde aparece nuestra Musa x paradisiaca, platanero de Canarias farbuloso. Lo de la esquina inferior oriental es mi pié derecho. Y si mi pie esrá sobre Nueva Zelanda y la hojita de al lado es Australia, viene a demostrar como, de forma inconsciente, el enfoque de esta foto es cosa del mediterráneocentrismo imbuído al autor por un sistema educativo adolcescente de infinidad de carencias. Paseo del Cauce. Valladolid


Sabeis de que va esto ¿verdad? El Viaje. Sabéis a donde nos conduce ¿verdad? Al olvido.


Al encontrar la huella inocente del otoño que va quedando atrás, cuando todo se conjura en tu contra, cuando el frío cala hasta los huesos y aún más adentro, te detienes a pensar que has estado haciendo, cual es el error que has cometido al trazar la ruta. Curiosamente los caminos equivocados son los que, al parecer, te llevan a los destinos más evidentes: los planes bien trazados te sorprenden con inconcebidos giros en el guión; los planes improvisados o ligeramente esbozados suelen ser tan malos como cabría esperar. Muchas de las veces. Pero todos recordamos aquel día en que nada salió como estaba previsto y nos alegramos por ello, todos tenemos ese recuerdo que nos da esperanza. Si hubiera hecho lo que debía, o lo que quería, jamás habría tenido la suerte de...

Casi nunca es así. Pero en ocasiones es así.

Así funciona el Viaje. Hay reglas, también, reglas impuestas, impedimentos. Tener el valor de no cumplirlas es demasiado complicado, especialmente si no quieres dar un disgusto a la familia. Navegamos como vikingos, por fiordos cubiertos por la bruma, disparando flechas de fuego para tratar de descubrir los salientes rocosos y gritando muy fuerte a Odín para que nos proteja y nos avise, con el eco de su nombre, del inminente hundimiento. Eran buenos navegantes, los vikingos.

La filosofía del triunfador dice "créate tu propia suerte". Está claro que podemos, con nuestro esfuerzo, tratar de compensar una fortuna adversa. Eso debe de ser muy reconfortante. Pero creo que es mejor tener buena suerte. Es más seguro, duele menos, te da calidad de vida. Eso sería, para mi, el verdadero Estado del Bienestar: aquel que pueda garantizar igualdad en la buena fortuna a sus habitantes (no voy a hablar de política, aunque hace mucho que no lo hago, en este blog aún no he escupido en la cara de esos mamarrachos que juegan a guiarnos y a la democracia. No digo más, pues, al respecto). Aquí se habla de otras cosas, se habla de ruinas tristes y herrumbrosas, a penas escombros diurnos en los que corren libres las ratas y los gatos callejeros que las persiguen, lugares donde los yonkis no quieren ni parar para picarse. Habla de ruinas, habla de barro, habla de basura y restos orgánicos. Pero a estas ruinas jóvenes la Noche las transfigura, las imbuye de una propiedad mágica: Lo vulgar se hace drama, los fantasmas reclaman su parcela y susurran sus historias. Ellos eran como nosotros. La poesía del escombro, la lágrima de la tubería rota, las escaleras que suben hacia ninguna parte, el papel de las paredes a la vista de todos, el espejo que refleja el Vacío. La deconstrucción de lo que antes era real y firme, el cambio de estado, de casa a ruina, de realidad a recuerdo y ensoñación. Y de las musas que producen ese efecto mágico sobre las ruinas. Y habla también de sueños en los que te ves sumergido por obra de ellas, de sueños rotos por breves espacios de consciencia.

No se si la culpa la tiene el Estado liberal, o la moral judeocristiana tamizada por el protestantismo (si es que no son la misma cosa). No me voy a meter en camisas de once varas (tuve la asignatura de antropología del capitalismo, pero admito que sólo fuí a las dos primeras clases), no domino ni las teorías ni me fío de los teóricos. Lo que se es que fué cruel quien decidiera dotarnos de un espíritu crítico que no sirve para nada en absoluto: los que somos críticos adolecemos del mismo pecado que la socialdemocracia tal como fué definida en su momento por el KOMINTERN: estamos demasiado atrapados en el sistema para creer en una alternativa real, solo podemos aspirar a obtener migajas. No existe una alternativa creíble. El eterno retorno nos lleva de nuevo al Pesimismo, al Existencialismo, al Nihilismo...y más allá de todo eso, el verdadero dolor, el Dolor del Mundo, weltschmerz, como dijo Jean Paul el bayreuther (¿se escribe así?). Un dolor que no admite adorno. Lástima no haberme detenido en el hedonismo, es probablemente la postura más lógica y beneficiosa. A corto plazo.

De modo que esperamos, como aves carroñeras, el final inevitable (¿alguien más tiene en la mente la clara idea de que todo esto va a acabar, de un modo u otro, antes de que nuestra vida se agote?), esperamos un final que está solo esbozado, un final improvisado. De esos que la mayoría de las veces salen tal y como cabe esperar: mal.

Mucha suerte a todos.


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