sábado, 17 de noviembre de 2007

La lenta danza de las estrellas infinitas

Foto: Ilustración de Charles Vess para Stardust, de Neil Gaiman.



(otra vez)

Que hermoso. Sobre el mueble tosco y en apariencia áspero, a la luz de una indecisa vela.
Aferra con pasión una pluma sedienta, la mueve con precisión, pero velozmente ,dibujando los sonidos -siente ahora que el viento quiere entrar por su ventana cerrada-, tejiendo con intrincados caracteres redes que atan a una fina superficie los colores, la música, el frío y la noche, el mundo.

Ejecuta así su magia. Universos enteros se condensan en un punto,
se extienden,
se doblan,

remontan · el vuelo,
descienden, se separan,
continúan,
A la espera de que, en algún lugar, alguien diestramente desentrañe el misterio, que alguien haga funcionar el conjuro, que alguien haga danzar a las estrellas infinitas.

Resucitar la voz del Vidente es virtud de sólo unos pocos.


La pluma se detiene, y una gota se desliza por el filo. Refleja en su negrura la luz febril de la mirada de su amo, y se precipita hasta encontrarse con la límpida agua de un vaso olvidado. La tinta se contorsiona formando espirales y la poesía toma forma de criatura que se arrastra, nada, extiende sus pequeños brazos y desciende a la mesa. Tiene conciencia de si misma y ejecuta sobre la madera una coreografía hasta entonces oculta. El poeta contempla maravillado a este ser que en su amor por él adopta rasgos femeninos, y quiere crecer para abrazar, para acariciar, para besar. Deja tras de sí el rastro grisáceo de unas huellas diminutas e intenta hablar, pero su voz es demasiado débil para ser escuchada. El poeta humedece sus manos en el vaso y extiende su palma, recoge a la criatura que inclina su cabecita y observa. La deposita en el suelo junto a una fuente. Indecisa, ella avanza y, con sumo cuidado, toma una gota de agua, luego otra y otra más.

Ahora es tan alta como él, transparente como el cristal bien pulido, y la esencia grisácea es casi imperceptible. Toma a su amado de la mano y pasean bajo la Luna, bailan muy despacio y se funden en un beso. La líquida figura se mezcla con el poeta, estalla en mil gotas y el llora lágrimas negras y dulces.

Desperté sobre mi mesa, el tintero volcado, mis ojos humedecidos. Desperté, mojé mi pluma y dibujé sonidos añorando la lenta danza de las estrellas.

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